Hubo que esperar hasta la introducción de una innovación técnica, conocida como modulación, para eludir este problema mediante la modulación de frecuencias.
¿Qué significa eso?
En nuestro caso, procedimos de la siguiente manera: si una frecuencia de, por ejemplo, 100 Hz (esto significa que la onda oscila 100 veces por segundo de positivo a negativo), actúa sobre la piel, también se invierte su polaridad 100 veces por segundo y, gracias a ello, elude la resistencia de la piel.
Si estos 100 Hz se modulan con otra frecuencia de, por ejemplo, 10 Hz, esto significa que el dispositivo se enciende y apaga 10 veces por segundo y cada décima de segundo penetra con más profundidad en la ya quebrada resistencia de la piel.
Los efectos que logramos de esta forma fueron cuatro veces más potentes que con el resto de aplicaciones conocidas.
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